teleférico de madrid

  • PROYECTO: Punto de Encuentro de la Cultura del s.XX
  • FASE: concurso
  • FECHA: octubre 2005
  • EMPLAZAMIENTO: Casa de Campo (Madrid)


Objeto
El presente proyecto tiene por objeto la construcción de dos nuevas terminales de salida y llegada para el teleférico de Madrid, sitos en el Paseo del pintor Rosales y en la Casa de Campo, respectivamente.

Asimismo, en el edificio destinado a la terminal de la Casa de Campo se plantea la construcción de un centro cultural destinado a albergar una selección de muestras representativas de la cultura del siglo XX, bajo el sobrenombre de “Punto de Encuentro de la Cultura del Siglo XX”, y cuyo planteamiento es el de ser el depositario simbólico de una forma de entender el mundo de tres generaciones distintas a lo largo de una época común.



Situación
Como ya se ha señalado anteriormente, los edificios objeto del presente proyecto se emplazan, respectivamente, en el Paseo del pintor Rosales y en la Casa de Campo, dentro del término municipal de Madrid, en la zona Noroeste, quedando separadas simbólicamente ambas terminales por el cauce del río Manzanares, y encontrándose a una distancia de dos kilómetros y medio.

Esta más que considerable distancia que separa ambos edificios condiciona el desarrollo del proyecto, ya que la deseable unidad que debe acompañar a todo proyecto arquitectónico se torna en este caso en una ardua tarea, por cuanto la distancia existente implica dos lugares, dos emplazamientos, con unas características propias y determinadas que conviene conciliar, con el fin de que la percepción que se tenga de ambos edificios sea unitaria, al tiempo que se pueda percibir con nitidez y claridad los singulares condicionantes que hacen de cada parte del proyecto una parte diferenciada y específica, entendible únicamente en su contexto particular.

Al tiempo, ambas partes del proyecto se hallan en entornos tan particulares como distintos. Por un lado, nos encontramos con una zona urbana, en la terminal del Paseo del pintor Rosales, donde finaliza y se diluye la trama urbana, limitando con el Parque del Oeste, tratándose por tanto de una situación muy específica, a medio camino entre el proyecto urbano y el proyecto asentado en el medio natural.




Por otro lado, nos encontramos con un proyecto para una terminal de teleférico en una zona eminentemente natural, con un marcado entorno medioambiental, como es la Casa de Campo, donde el paisaje se erige en protagonista y casi en actor único, y donde debe conciliarse esta situación característica con la implantación de un edificio destinado a un uso cultural donde se prevé la afluencia diaria de un considerable número de personas, al tiempo que se combina este uso con el de servir de terminal de llegada del teleférico de Madrid. Como puede comprobarse, las situaciones planteadas son marcadamente distintas, si bien el uso fundamental de ambos edificios será el mismo, por lo que la resolución del proyecto ve aumentada así su dificultad, dificultad ya de por si inherente a todo proyecto arquitectónico que se considere.



Descripción del proyecto
El teleférico es como la pantalla de cine de las grandes ciudades, subir al teleférico es ver la película de la vida de la ciudad. Como esas películas de la infancia, grabadas en blanco y negro, donde se ve el crecimiento de los que luego serán adultos, desde el teleférico podemos ver cómo va cambiando la ciudad, cómo va creciendo, qué males le aquejan -las ciudades sufren gripes de crecimiento descontrolado, fiebres de tráfico mal regulado-; se diría que el teleférico es el fonendoscopio de las ciudades. Subir al teleférico no es sólo ir de un lado a otro de la ciudad, es algo más, es tener conciencia de la ciudad que habitamos, verla con la objetividad y el distanciamiento da la altura. Desde el teleférico vemos la ciudad en su esencia, con sus virtudes y sus defectos, y como arquitectos ello nos obliga a cuidar al máximo la vista de la ciudad que estamos ofreciendo a quien se sube al teleférico, y este cuidado y esmero con la ciudad que presentamos debe comenzar, si somos coherentes, por la terminal del teleférico, que es, en cierta medida, la puerta a ese cine de la ciudad del que ya hemos hablado anteriormente.

Como se ha señalado, el proyecto presenta dos partes claramente diferenciadas, y que por tanto deben estudiarse y analizarse separadamente. Por un lado, tenemos la terminal de salida, sita en el Paseo del pintor Rosales, con un emplazamiento difuso entre lo urbano y lo natural, entre el medio modificado por el Hombre y el medio inalterado, exactamente donde la trama urbana finaliza y se encuentra con el medio natural a través de la transición que supone el Parque del Oeste.

En esta parte del proyecto se ha buscado la construcción de un edificio de reducidas dimensiones, que altere lo menos posible el entorno, y que no entorpezca la visual privilegiada que se tiene desde el Paseo del pintor Rosales. Para ello se plantea un edificio que queda enrasado con la calle y que aprovecha el desnivel existente en el Parque del Oeste en esta zona, para desarrollar todo el programa por debajo de la cota del Paseo del pintor Rosales. De este modo, la cubierta del edificio forma parte, a modo de plaza-mirador, de dicho Paseo.

A la terminal del teleférico se accede, por medio de una rampa, desde la cota de calle hasta la cota de entrada, cinco metros por debajo de esta cota de calle. La rampa se dispone con una dirección sensiblemente Noroeste-Sureste, coincidente con la dirección del trazado del teleférico, con la deliberada intención de poner de relieve y enfatizar este trazado, auténtico eje directriz.

Queda así el edificio, en su parte urbana, como una plaza desde la que contemplar las privilegiadas vistas naturales del Parque del Oeste, en primer término, y de la Sierra madrileña, al fondo.

De igual manera, en relación con esta plaza urbana, se crea otra plaza (igualmente de proporciones cuadradas), a una cota inferior y con un carácter más natural, y que a modo de mirador, ponen el edificio en relación con el medio natural, quedando esta parte del proyecto configurada pues por dos plazas, una más urbana, que aluden al carácter contradictorio al tiempo que unitario de esta parte del proyecto.

En lo que se refiere a la parte programática del edificio, éste se plantea con un único uso (si exceptuamos la función de plaza, ya reseñada), que sería el de servir de terminal de salida del teleférico. Para ello cuenta con una zona de embarque y llegada, una zona de espera, un punto de información y aseos, todo ello en la planta de acceso, a cinco metros por debajo de la cota de calle. Existe asimismo una planta por debajo de esta, destinada exclusivamente a albergar la maquinaria que una terminal de teleférico requiere; se trata pues de una planta técnica, sin otro uso ajeno a este.

En esta parte del proyecto se ha buscado la simplicidad de usos, para dar como resultado un contenedor de dimensiones ajustadas, que no altere con su presencia el medio natural ni las vistas, pero sin que ello implique simplicidad en el proyecto arquitectónico, al que se ha tratado de dar un carácter que aluda a la idea de cueva, como si el teleférico al penetrar en él lo hiciese en realidad en la ciudad misma.

El proyecto, contemplado desde el Parque del Oeste se asemejará a una roca, casi a una cueva como se ha dicho, enlazando así con el medio natural del Parque. Sin embargo, contemplado desde el Paseo del pintor Rosales, el proyecto será percibido por los ciudadanos y por los viandantes como una plaza urbana, y por tanto como una parte integrante de la ciudad.

Se establece de este modo una dualidad que convive en armonía dentro de la terminal del teleférico planteada, integrando las dos partes tan diferenciadas que existen en esta zona de la ciudad, y dando como resultado un edificio conciliador entre la naturaleza y la ciudad, algo que a priori se habría antojado una ardua, complicada y casi imposible, misión proyectual para el arquitecto.

Por otro lado, en el edificio proyectado como terminal del teleférico en la Casa de Campo los condicionantes de partida son bien distintos. Nos encontramos aquí ante un entorno con un acentuado carácter medioambiental, por lo que cualquier intervención alterará este medio. El proyecto surge de este modo con una clara vocación escultórica, no con la intención de erigirse en protagonista, sino con la intención de revalorizar el medio en el que se inscribe a través de la imagen escultórica, como sucede en tantos casos.


Así, busca erigirse en imagen representativa, a través de una imagen de cubo horadado, a través de cuyas aberturas sale la luz al exterior, y ejerce de este modo una cierta imagen simbólica de faro, de guía o referencia a las cabinas del teleférico que se dirigen hacia la Casa de Campo.


Este cubo, como se ha reseñado con anterioridad, presenta una serie de aberturas o masas horadadas, concebidas como accesos (tanto el peatonal como el acceso del flujo de las cabinas del teleférico) y miradores hacia el paisaje excelso y privilegiado de la Casa de Campo. Asimismo, interiormente, esta masa cúbica se halla igualmente tallada y horadada, dando como resultado una serie de espacios diferenciados que la compacidad de la forma exterior no haría intuir.


Nos encontramos pues ante un proyecto que busca erigirse en hito, a través de una forma marcadamente escultórica, con la intención de proporcionar espacios interiores sugerentes que inviten a los usuarios a la reflexión entre espacio exterior y espacio interior. Llegados a este punto, se recuerda que esta terminal de llegada del teleférico albergará no sólo la zona de llegada y embarque del teleférico, sino también lo que se ha dado en denominar “Punto de encuentro de la cultura del siglo XX”, por lo que el edificio destinado a albergar dicho uso busca ser representativo de la parte que se considera más significativa y trascendente de la arquitectura de dicho siglo. Se trata pues, de una interpretación de la arquitectura del Movimiento Moderno, siguiendo las pautas de Le Corbusier, Mies Van der Rohe o Gropius, desde el punto de vista del año 2005, con la perspectiva global de los principios teóricos de dicho Movimiento que esto permite.


Exteriormente, este cubo presenta un aplacado realizado con piedra de costero, buscando transmitir de este modo una imagen metafórica de roca varada en el paisaje natural, casi como si el teleférico penetrase de nuevo en una cueva. Como si el Hombre nunca hubiese dejado de lado la Naturaleza y siguiese viviendo en ella refugiándose en cuevas horadadas, rocas perforadas por donde sale la luz al exterior, dando información de la actividad humana que se produce en su interior.

Como ya se ha venido anunciando, esta parte del proyecto, al contrario que la terminal situada en el Paseo del pintor Rosales, no se limita a albergar la zona de llegada y embarque de pasajeros, sino que el proyecto presenta además un programa específico con la finalidad de albergar un espacio para la difusión de la cultura, por lo que esta parte del proyecto debe compaginar ambos usos.


Este edificio se plantea con dos accesos claramente diferenciados: por un lado, un acceso peatonal para quienes lleguen a este “Punto de encuentro de la cultura del Siglo XX” por medio del transporte público o por medio de vehículos propios, y por otro lado, un acceso en altura para quienes accedan al edificio por medio del teleférico. Ambos accesos, cada uno con su función particular, está tratado como un acceso importante, y ninguno de los dos queda relegado a acceso secundario, por cuanto cada uno de ellos está pensado para un uso distinto, de manera que no compiten en primacía.

Nada más acceder al interior del cubo, bien se produzca esta entrada por el acceso peatonal o bien se llegue vía teleférico, lo primero que percibimos y reclama la atención de nuestros sentidos, es el gran vacío del atrio central. Este atrio es de proporciones cúbicas y tiene una altura libre de tres plantas.



Este atrio cúbico tiene las mismas dimensiones que el edificio del Paseo del pintor Rosales, y de hecho, metafóricamente, la terminal del Paseo del pintor Rosales surge del vaciado que supone este atrio en el edificio de la Casa de Campo. Se busca dar la idea de que ambos edificios surgen del mismo lugar intelectual, cual si de muñecas matriuscas se tratase, enfatizando así la idea de unidad en la diversidad que rige todo el proyecto de nuevas terminales para el teleférico de Madrid.



Este atrio de acceso se erige en lugar central representativo del proyecto, y en zona de distribución de los distintos usos y funciones que se desarrollan en el interior del edificio planteado. Todo el proyecto se organiza a través de él.

Antes de señalar los distintos usos que alberga el edificio conviene explicar lo que se entiende por “Punto de encuentro de la cultura del siglo XX”:

¿Qué es un punto de encuentro de la cultura? Es un espacio de reunión y es un espacio de descubrimiento. Es una sala de lectura y un café. Y una sala de usos múltiples (conferencias y cine-forum y conciertos). Es una página de Scott-Fitzgerald y una mirada de Truffaut y una semifusa de Gershwin. Un lugar de encuentro es un lugar para perder el tiempo y para encontrar otros tiempos (los felices años veinte y el periodo de postguerra y la década prodigiosa). Y en donde penetramos por impulsos de teleférico, como sangre en el corazón. Un lugar donde se habla con conocidos y con desconocidos; de cine (siempre nos quedará París...); de música (I´ve got you under my skin...); de teatro (érase una vez que se era...). Es una exposición, un recuerdo y dos con leche. Un lugar donde uno se encuentra con quien espera y, a veces, con lo que no espera. Un lugar de encuentro de la cultura del siglo XX. En fin.

Por todo lo anterior, el edificio alberga un auditorio, una sala de conferencias y usos múltiples, diversas salas de exposiciones, biblioteca, una cafetería y un restaurante, así como los distintos espacios servidores necesarios (núcleos de comunicaciones verticales, aseos, cuartos de instalaciones...). Igualmente, se dispone una sala con la maquinaria necesaria para el servicio y correcto funcionamiento del teleférico, así como un aparcamiento subterráneo desarrollado en dos plantas.


Todo el proyecto se desarrolla atendiendo a las peculiares características del caso que nos ocupa. Así, el espacio expositivo se halla condicionado por el acceso en altura del teleférico, y el recorrido fundamental de las distintas salas de exposiciones se organiza desde la parte superior hacia la parte inferior, esto es, en el sentido opuesto al habitual. Se considera que buena parte de los visitantes del edificio, accederán a éste desde el lugar de llegada de las cabinas del teleférico, es decir, desde la parte superior del edificio, y que sería desafortunado hacerles descender hasta la planta baja para iniciar un recorrido sensato de las salas de exposiciones.

Es por ello, que las salas de exposiciones se organizan en un orden que se desarrolla desde arriba hacia abajo. Así, tenemos que las salas de exposiciones van desde la sala de manifestaciones e inquietudes sociales del siglo XX (en la planta segunda), pasando por la sala de cronología e historia, la sala de documentación y personajes del siglo XX, la sala de movimientos artísticos del siglo XX y la sala de proyecciones audiovisuales, hasta llegar a la sala de exposiciones temporales (en la planta de acceso).

La planta superior se reserva para las zonas de acceso más específico. En este caso tenemos la biblioteca y la cafetería y restaurante. Todas estas estancias cuentan con iluminación natural, a pesar de lo que la compacidad exterior del cubo pudiera sugerir a un espectador no avisado, lográndose esto mediante el sistema de iluminar a través de aberturas que no son percibidas al exterior y que comunican directamente con las grandes masas horadadas que tenemos del cubo principal, como puede apreciarse en las secciones que forman parte integrante de este proyecto.



La planta sótano se reserva para espacios que no requieren de iluminación natural. Así, tenemos que la planta sótano alberga el aparcamiento y el auditorio. Pudiera pensarse que el vestíbulo de acceso al auditorio sí podría requerir de esta iluminación natural, y es por ello que siguiendo la misma directriz compositiva que en el resto del proyecto, se ha planteado la creación de un patio de iluminación de esta zona, con un criterio que alude a las “grietas” que igualmente se le han practicado al cubo con el fin de generar espacios miradores.

Por su parte, el aparcamiento se desarrolla en dos plantas, disponiendo así de un número de plazas suficiente para el uso que va a recibir el edificio, más aún cuando se prevé que buena parte de los visitantes del mismo accedan a él a través del teleférico. Este aparcamiento está comunicado directamente con el exterior a través de dos escaleras que desembocan en una gran plaza-mirador dispuesta para disfrutar de las admirables vistas que ofrece el paisaje de la Casa de Campo.

Finalmente, los espacios servidores se organizan de tal modo que puedan abastecer y servir a los espacios servidos, descritos anteriormente, de la forma más natural y eficiente posible, redundando así esto en un uso más placentero y racional del edificio objeto del presente proyecto.

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